Cristo vino para salvarnos. Leamos algunos pasajes de la Biblia que así lo enseñan:
Mateo 18:11 “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.”
Juan 12:47 “Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.”
1 Timoteo 1:15 “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.”
Estos son solo algunos pasajes Bíblicos que nos enseñan que Jesús es el salvador del mundo, él vino al mundo para salvar a los pecadores.
Cristo vino para salvarnos, pero también para ser Señor.
Romanos 6:23 leemos: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
El señorío de Cristo es parte del plan de salvación. El apóstol Pablo dijo a los hermanos en Roma.
Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven. (Romanos 14:8-9)
Quizás estamos más dispuestos a aceptar la salvación que él ofrece, pero no su señorío sobre nosotros. Cristo murió para salvarnos, pero también murió y resucito y volvió a vivir para ser Señor. La salvación incluye nuestra sumisión a la potestad de Jesús. Debemos reconocernos como propiedad de Cristo, “del Señor somos”. Si Jesucristo no es nuestro Señor entonces otras cosas posiblemente lo estén siendo. Como la familia, el trabajo, La prosperidad material. O, bien las emociones, los deseos y planes, o quizás algún pecado en el cual nos deleitamos, pero debemos darnos cuenta tal deleite es temporal o pasajero como lo son todos los deleites del pecado (Hebreos 11:25).
Ahora bien, Jesús sabe que no todos estamos dispuestos a tenerle por Señor, aunque lo digamos con nuestra boca. Por eso pregunta ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, ¿y no hacéis lo que yo digo? Lucas 6:46 ¿De qué sirve que con la boca digamos “¿Señor, Señor” si no estamos dispuestos a hacer todo lo que él manda? Debemos tener un corazón dispuesto para aceptar el señorío de Cristo. Un corazón dispuesto, es lo que debemos tener para rendir a Cristo nuestra voluntad, nuestros deseos y toda nuestra vida. En él, es seguro que encontraremos dirección sabia y amorosa para llevarnos al cielo.